Por Ruben Dri
Filósofo y Teólogo
El filósofo y teólogo, Rubén Dri, analiza la renuncia del Papa Benedicto XVI y las contradicciones en que ha incurrido la Iglesia Católica desde su apartamiento de los postulados del Concilio Vaticano II.
La renuncia del Papa sorprendió naturalmente. Ahora, una vez conocida la noticia y con unos minutos para evaluarla, para pensarla, parece más lógica.
Benedicto XVI, o sea Joseph Ratzinger junto con Karol Wojtyla, Juan Pablo II, elaboraron un proyecto de Iglesia en completa contradicción con la Iglesia que se había ido reestructurando, transformando con el Concilio Vaticano II.
Su objetivo era destruir, terminar con la Iglesia que se había ido conformando en aquellos encuentros ecuménicos convocados por el Papa Juan XXI en 1959, y repensar un nuevo proyecto de Iglesia que en realidad está mucho más en consonancia con el Concilio de Trento del siglo XVI.
Se trata de una Iglesia que volvía a cerrarse sobre sí misma, que volvía una vez más a una dogmática cerrada, que pretendía acumular mucho poder en connivencia con los poderes económicos y los poderes políticos. El proyecto de Ratzinger y Wojtyla buscó siempre cerrar todos los espacios que había abierto el Concilio Vaticano II que apuntaba precisamente a terminar con esa Iglesia del poder centrada en sí misma.
Este proyecto se encuentra hoy frente a enormes contradicciones ante las cuales la Iglesia se encuentra inmovilizada, no sabe cómo avanzar. Entre estas contradicciones se encuentra precisamente la debacle que vive en la actualidad Europa, la profunda crisis que ha producido el proyecto del neoliberalismo con el cual la Iglesia ha estado en franca connivencia y frente a cuyas contradicciones no tiene una respuesta para ofrecer.
Frente a estas tremendas contradicciones se suman además los escándalos que salpican a la Iglesia y que fueron destapados en los últimos meses por los medios de comunicación.
Por eso, que Benedicto XVI se sienta sin fuerza parece lógico. Pero no es solo él quien no puede brindar respuestas, sino también quienes están intentando sostener este proyecto, quienes están al frente de este proyecto que también sienten la necesidad de producir una renovación, introducir un cambio, cambiar de aire, y entonces ahí se produce la renuncia.
Ahora que la renuncia de Benedicto XVI signifique un cambio verdadero es imposible de afirmar en este momento. Habrá que esperar y ver. Porque de acuerdo con el proyecto no se debe introducir ningún cambio sustancial. De hecho ellos han cerrado el círculo y todos los nuevos electores han sido elegidos por estos dos Papas.
Sin embargo nadie puede manejar todas las contradicciones y no descarto que se abra una oportunidad para que realmente en el seno de la Iglesia surjan nuevas voces con renovada fuerza. Debemos ver cómo va a repercutir todo esto y no debemos cerrar las puertas a que se pueda producir finalmente este viraje.