Por Raúl Isman
El 11 de febrero de
2013 la mediática maquinaria de generar novedades sacudió al mundo con la
noticia de la renuncia (abdicación) de Joseph Ratzinger (alias Benedicto XVI)
al trono papal, denominado Ministerio de San Pedro. De inmediato, las usinas
massmediáticas del poder globalizado salieron a (des) informar con un protocolo
tan bien estructurado que no podía ser casual, sino más bien claramente causal.
Todos los discursos se unificaron desde la mirada de una antigua señora
chupacirios y beata, "olvidando" los antecedentes y la actualidad del
religioso. En efecto, casi todas las coberturas mostraron una cara amable (un
viejito bueno agobiado por la pesada carga de su apostolado) en todo opuesta a
la trayectoria política, teológica y existencial del inminente ex obispo de
Roma.
Con los sucesos que glosamos se verifica una vez
más que una de las contradicciones que desgarran al mundo contemporáneo: es
decir, la que opone a los medios orgánicamente ligados a la reacción mundial
contra los pueblos del mundo(y los gobiernos no reductibles a la lógica del
gran capital). El campo de batalla no es otro que la construcción del sentido
con que se interpreta la realidad. Y no es casual lo que destacaban los medios;
así como lo que omitían. El grosero apoliticismo de la cobertura periodística
de marras se da de patadas con el curriculum benedictino: joven miembro del
partido nazi casi desde su infancia, jamás realizó autocrítica seria ninguna
por semejante afiliación.
Durante el largo pontificado de Karol Wojtila (Juan
Pablo II, 1978-2005) desempeñó nada menos que la conducción del Tribunal del
Santo Oficio, conocido popularmente como la inquisición. Desde allí avaló, por
ejemplo, los desplantes misóginos del pontífice polaco, por ejemplo cuando en
la Nicaragua sandinista le dijo a una mujer si había visto a otra dama junto a
Cristo. Lo anterior sería puramente anecdótico si no fuera porque era parte del
alineamiento incondicional de la "santa sede" junto a lo peor del
capitalismo en aquellos tiempos de finales de la guerra fría. Es que el tandem
polaco-alemán significaba la continuidad del catolicismo preconciliar y
conservador; es decir de aquella iglesia que había explicado un terremoto en el
siglo XIX en Venezuela por la rebeldía independentista de su pueblo. O a comienzos
del siglo XX se pronunció contra los pararrayos "porque torcían la
voluntad de Dios". No deseamos abrumar al lector con las innumerables
menciones que avalan nuestros dichos. Preguntado cualquier auditorio acerca de
si la iglesia está a favor o en contra de la homosexualidad, voces apresuradas
se pronuncian por la segunda de las opciones. Pero omiten el cómplice silencio
del renunciante durante su pontificado frente a hechos de sodomía aparecer al
Marques de Sade como niño ingenuo. Por otra parte, extensibles a las variadas
violaciones contra los niños perpetradas por religiosos católicas. La respuesta
ratzinguista frente a este último cuestionamiento fue denunciar... una campaña
contra la iglesia.
Resulta un clásico lugar común las declaraciones de
sucesivos papas a favor de la paz mundial, al menos desde los años '50. Sólo se
podía mencionar una pequeña "omisión": la ausencia de condenas al
imperialismo. Si no es la propensión de las grandes potencias a invadir de modo
rapíñesco territorios ajenos, ¿las causas de las amenazas para la paz es
preciso atribuírselas al malvado Mefistófeles? Aún en cuestiones que favorecen
a los pueblos, como el pacifismo, la prédica vaticana contra las guerras oscila
así entre la ingenuidad y la hipocresía.
Finalmente, a medida que el día avanzaba los
periodistas de los grandes medios se reubicaron y comenzaron a hablar de la
verdadera causa de la renuncia: el desgaste (político) provocado por la
traición del mayordomo papal Paolo Gabriele, quién desencadenó un escándalo de
proporciones políticas y económicas (por ejemplo, los manejos nada sanctos con
el Instituto para las Obras de Religión, IOR, el banco vaticano) al hacer
públicos documentos quitados de la intimidad pontificia. Las luchas por el
poder a lo interno de la Curia dejaron al pobre Benedicto más vacío que
Riquelme hace algo más de un año. Por lo tanto dio el paso al costado. De
inmediato los tanques mediáticos volvieron a su misión confucionista habitual.
Si el próximo Papa será argentino, negro, latinoamericano, italiano o asiático,
cuando lo central es la orientación y no el color de la piel u origen nacional
del ungido. Podemos afirmar dos primicias: seguramente no será budista y no
modificará el camino conservador de todos los jefes de la iglesia desde el Concilio
Vaticano II hasta los días que transitamos. ¿Qué opción les queda a los
millones de católicos partidarios de la justicia social y una vida libre y
moderna? Luchar junto a todos los ciudadanos agnósticos, creyentes, ateos o de
la orientación que fuere por sociedades y estados laicas, con la menor
influencia religiosa posible y en la que expresiones de carácter medieval- como
la conducción mayoritaria del catolicismo- pierdan casi toda su influencia. En
tal caso Será justicia.
Director Redacción Popular