Por Guadi Calvo
Cuando la noche del 22 de marzo último estalla el golpe militar en la república africana de Mali, acaba con un proceso de veinte años de democracia, un record para un país africano. El primer remezón será en la guarnición de Kita a 15 kilómetros de Bamako, capital del país, luego se extenderá a Koulouba ya casi dentro de la capital y llegará a la ciudad de Gao, a unos 1200 kilómetros de la capital, donde se encuentra el mando de las fuerzas de operación del ejercito malí que desde enero último intentaba contener la nueva embestida de los Tuareg en lucha por su independencia.
Con la caída del presidente Amadu Tumani Turé, apenas a un mes de las elecciones presidenciales, que lo iban a suceder, los golpistas anunciaron la suspensión de la Constitución y de todas las instituciones, el establecimiento del toque de queda, cerraron las fronteras y el espacio aéreo del país.
Sin duda Malí, la séptima nación africana en extensión con 1.240.000 kilómetros cuadrados rica en uranio, oro y petróleo, comienza también a ser parte de esta marketinera Primavera Árabe, que a más de un año de haberse puesto en marcha solo ha convidado frutos amargos, ya que ninguna de las naciones en que se ha desarrollado se ha encaminado seriamente hacia un proceso de modernización de sus estructuras políticas y todos los gobiernos depuestos han sido reemplazado en una sincronizada coreografía gatopardistas por personajes y personeros enquistados en el poder desde siempre, hasta en el Consejo Nacional de Transición libio, responsable del genocidio de su pueblo, sin duda la versión más cruenta de dicha primavera, se destacan ministros, diplomáticos y docenas de ex funcionarios fieles al Coronel Gaddafi durante más de cuarenta años.
El mismo día que la democracia en Mali, a los tumbos, estaba a punto de cumplir veinte un años, el Movimiento Popular del 22 de marzo (MP22) conformado ad hoc, para este fin decidió dar apoyo político a una fuerza conformada por la oficialidad joven encabezada por el capitán Amadu Haya Sanogo, mascarón de proa de la nueva junta que asume con el pomposo nombre de Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado (CNRDRE). Algunos políticos del establishment como Oumar Mariko del partido Solidaridad Africana por la Democracia y la Independencia (SADI), han dado su más explícito respaldo a los alzados.
La decisión de las tropas de los sublevados, se han amparado en los reclamos del ejército para ser provistos de más pertrechos y armas, para enfrentar a la sublevación de los Tuareg en el norte del país con la que intentan revindicar su raza y su territorio Azawad, conformándose como una nación soberana, más cuando en la zona de Taoudenni, la petrolera argelina Sonatrach, comenzaría la exploración en búsqueda de petróleo.
Los señores del viento y de la arena.
Los Tuareg, en su lengua, el tifinagh, los libres, también conocidos como los hombres azules, por el añil con que tiñen sus túnicas, es una tribu milenaria descendientes de los Garamantes que describe Herodoto en su historia, fueron condenados al nomadismo desde las invasiones árabes del siglo XII y debieron abandonar Azawad y desde entonces han subsistido el pastoreo de ganado y las legendarias caravanas transaharianas con mercancías con las que han navegado las arenas del Sahara y el Sahel. Su amplia geografía se ha extendido desde el mar Rojo, al Atlántico y entre la zona fértil de influencia mediterránea y el desierto de Sahel, al sur del Sahara, frontera con el África subsahariana. Ocho millones de kilómetros cuadrados de rocas, arenas y vacío. Un territorio yermo donde escasea el agua y las diferencias de temperaturas entre el día y la noche pueden variar en cincuenta grados. Es en esa geografía donde el pueblo Tuareg construyó su cultura y donde controlaron gran parte del comercio de esa inmensa región, lo que ha dado fama de mercaderes duros, pero extremadamente honestos.
A medida que el continente se fue partiendo en fronteras caprichosas, casi siempre dibujadas en gabinetes de Londres o París, los Tuareg perdieron la libertad de cruzar el desierto y fueron atrapados entre esas líneas de punto que los separaban de sus propios hermanos. La gran mayoría se afinco en el norte de Mali, pero también existes población tuareg en Niger, Burkina Faso, Argelia y Libia.
Fundadores de ciudades sagradas como Djenné y Tombuctú, puerta del islamismo al África subsahariana, los Tuareg reclaman a Malí su territorio Azawad desde las primeras décadas del siglo XX, por las que han producido diferentes rebeliones o tanekras como la de Kaocen, entre 1916 y 1917, a la que le continuaron tres grandes movimientos, después de independizarse de Francia en 1959, entre1960/1964; 1990/1996, 2007/2009 y ahora está que comenzó el 17 de enero de 2012.
Un sueño llamado Azawad
Cientos de hombre tuareg, que estuvieron al servicio en el ejército de Muammar Gaddafi, tras la caída y linchamiento del líder libio, debieron retornar a Malí. Bien entrenados y con mucho armamento que pudieron sacar de Libia, para un nuevo intento de fundar la República Islámica del Azawad.
La prensa occidental abona la teoría que en esta nueva tanekra de los hombres azules agrupados en el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) resultado de la unión de dos grupos laicos y nacionalistas, el Movimiento Nacional del Azawad (MNA) y el Movimiento Touareg del Norte de Malí (MTNM), compuestos por intelectuales, veteranos de las rebeliones de los noventa y milicianos de regreso de Libia, 500 soldados a mando del coronel Al Hadj Ag Gamou, de origen tuareg, se unieron a las tropas del MNLA con todo su armamento, y otras tribus del norte de Malí que luchan junto a los Tuareg como la fulani y la songhai, están aliados a distintos grupos integristas o salafistas como el Ançar Dine, cuyo líder Iyad Ag Ghali capitaneó la última rebelión tuareg en los años noventa y que hasta hace unos meses fue diplomático malí en diferentes países del Golfo Pérsico, esta hoy muy próximo a los grupos de AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámico) fanáticos religiosos, de quienes se sospecha fueron armado por Bamako para desacreditar la lucha Tuareg, otro grupo islamista, muy extendido en Nigeria, el Boko Haram instalados en la región montañosa de Adrar de los Iforas y bandas de narcotraficantes que buscan una base de operaciones para cártelizarse.
Desde el golpe del 22 de marzo las tropas de ejecito malí no han hecho más que perder terreno en el norte y restarse apoyo político nacional e internacional.
En el inicio de la asonada militar las tropas del capitán Amadu Haya Sanogo, asesinaron a cincuenta personas, saquearon y destruyen docenas de comercios en el centro de Bamako.
Mientras en el norte los Tuareg han conquistado Aguelhok, Tessalit y Tinzauten ciudades claves como Kidal, Gao y la ciudad santa de Tombuctú.
Fuentes sin confirmar aseguran que las fuerzas que acompañan a los Tuareg, han instaurado la sharia o la ley islámica, en las ciudades conquistadas y que tres de los líderes de Al Qaeda en el Magreb (Abou Zéid, Mokhtar Belmokhtar y Tahya Abou Al-Hammam) se han reunido en Tombuctú con el líder de los tuareg salafistas Ansar el Din.
Desde el comienzo de los combates a mediados de enero pasado, se estima que ya son más de 200.000 los desplazados que han debido abandonar sus casas y buscar refugio en Mauritania, Níger, Burkina Faso y Argelia y provincias del sur malí, donde se estima no llegarán los combates.
Un solo pueblo en cinco países.
Tal cual les pasa a los Kurdos que su territorio esta repartido entre Turquía, Siria, Armenia, Irak, Irán, los Tuareg sufre la misma situación, se estima que la población tuareg se acerca al millón y medio de almas (550.000 viven en Malí, 850.000 en Níger, 50.000 en Argelia; el resto se reparte entre Burkina Faso y Libia) cuyo territorio natural el Azawad, no solo es ocupado por Malí, sino también están bajo jurisdicción de Argelia y Níger.
Los azawadíes que desde siempre han rechazado todo tipo de fronteras, han sido encerrados en su territorio debiendo convertirse en pastores y campesinos, impedidos de continuar sus caravanas por la competencia de camiones y trenes. Abandonados por el gobierno central de Malí, perseguidos por sequias y hambrunas, con un profundo sentimiento de pertenencia a su etnia, tradiciones y motivados por la Primavera Árabe, han conseguido declarar su independencia para fundar una república independiente y laica.
En los últimos días la jefatura del MNLA, había anunciado que todos los territorios liberados pertenecen a la región de Azawad y que ya no avanzarán más en territorio de Malí, la declaración de independencia del viernes seis de abril, pone más en vilo a toda la región y hace todo más incierto.
Se desconoce la actitud a tomar por el resto de las organizaciones islamitas que han estado en combates desde enero último y no son piezas para dejar de considerar.
La relación entre tuaregs y los islamistas provenientes de varios países árabes, solo el tres por ciento de la población malí es de ese origen, ha sido buena, pero no estable. Según analistas internacionales los Tuareg, el siete por ciento de los 15 millones de malies, han logrado su primer objetivo la toma de todo su territorio, pero como es sabido los grupos integristas siempre apuestan a más y quizás intenten arrastrar a los hombres del desierto a conquistar todo el país, para fundar una nación islámica. A lo que occidente desde ya se ha negado por boca del canciller francés Alain Juppé, de ya probada ineficiencia en asuntos africanos (habría que recordar que Juppé, junto al presidente Francois Mitterrand y los primeros ministros Dominique de Villepin y Edouard Balladur son responsables fundamentales del genocidio rwandés de 1994, que dejo más de un millón de muertos y una cifra desconocida de desaparecidos).
La mayor parte de la población de Malí vive bajo el umbral de la pobreza, casi el 52% subsiste con menos de 1,25 dólares al día, según el Banco Mundial las sanciones ya establecidas por la Unión Africana y el resto de la comunidad internacional podría convertir a Malí, uno de los países más pobres del mundo, afectado por la deforestación y el cambio climático, en un país en vías de extinción como hoy lo es Somalia, pero sus riquezas naturales, Malí es el tercer exportador de oro de África, las bajísimas tasas fiscales, la corrupción lo convierten en una presa mucho más interesante que la pobre Somalia.
La perspectiva de una larga guerra con la secesión de los tuaregs, elementos de Al Qaeda pugnando por penetrar en el país, compañías petroleras en ronda, le dan a Malí un horizonte oscuro, casi rojo sangre.