Vergüenza nacional

Por Stella Calloni

Hace unos días un grupo de 17 “periodistas, intelectuales y constitucionalistas” firmaron un documento vergonzante que reclama revisar la política del gobierno argentino, por cierto apoyada en este caso por legisladores de todos los partidos opositores como un reclamo nacional de viejo cuño- - por el caso de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, tomadas violentamente por la armada británica en 1833.

En esa operación las tropas británicas. desalojaron a los habitantes argentinos del lugar, los expulsaron de sus tierras, razón por la cuál este tema se incluyó en la agenda de descolonización de Naciones Unidas.

En una de sus demandas increíbles el grupo sugiere que el gobierno considere "el principio de autodeterminación" de los isleños británicos (kelpers), que viven allí, muchos de ellos descendientes de aquellos primeros transplantados artificialmente y otros que son parte de la renovación del contingente que ocupa el lugar.

Entre ellos están familias de los militares que han instalado una base estratégica en la isla Soledad, parte del diseño de la militarización del Atlántico Sur. Esta es parte de una red de bases perfectamente conectadas, alrededor de América Latina y el Caribe, puertos vitales para la IV Flota resucitada por Estados Unidos, para sus nuevas guerras coloniales en el mundo, utilizando a la Organización del Atlántico Norte (OTAN) como una fuerza de ataque global e ilegal.

Los firmantes colocan como “víctimas” a esas familias inglesas, que han sido tratadas con respeto siempre, como miles d eingleses que han vivido y viven en Argentina, sin que hayan recibido jamás un maltrato ni discriminación.
El texto está firmado por Jorge Lanata, Juan José Sebreli, Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antin (Quintín), Luis Alberto Romero, Hilda Sabato, Daniel Sabsay y Beatriz Sarlo.

El ya fallecido escritor británico, Graham Green, a quien entrevisté en Panamá en los años 80, cuando veía a algunos sectores de la oligarquía panameña defender la presencia de Estados Unidos en la Zona del Canal de Panamá, solía decir: “en Francia serían colaboracionistas, en Gran Bretaña traidores”.

No le gustaban los eufemismos, porque “el lenguaje es intensamente rico y hay palabras que lo definen todo. No hay que buscar laberintos ni sinónimos cuando una palabra, una frase corta reemplazan un discurso inútil”.
Durante años el pueblo panameño luchó en absoluta inferioridad de condiciones contra la presencia colonial estadounidense, que mantenía el ilegal enclave de La Zona del Canal de Panamá, donde impuso hasta 20 bases militares, entre ellas la tristemente célebre Escuela de las Américas.

Una y otra vez jóvenes panameños fueron asesinados por los militares de Estados Unidos y los Zonians, habitantes norteamericanos de la Zona , como los kelpers lo son de las Islas Malvinas.

Fue el general Omar Torrijos, como figura líder de la llamada revolución panameña, que nunca ocupó el cargo de presidente, quien logró interesar a todo el mundo en apoyar las negociaciones para el retiro definitivo del Comando Sur del Ejército estadounidense de la Zona del Canal. Llevó la cuestión ante la OEA , ante organismos internacionales, por supuesto que en otro tiempo, cuando aún Naciones Unidas disimulaba elegantemente su dependencia del poder hegemónico.

Torrijos viajó por el mundo buscando apoyo a la negociación porque era evidente que un país pequeño de sólo dos millones de habitantes en esos tiempos, no podía enfrentarse a semejante poder de fuego.
Finalmente con el ex presidente James Carter en el gobierno de Washington logró firmar en 1977 los Tratados Torrijos-Carter que pusieron una fecha final para el enclave colonial, aún cuando a último momento algunos senadores agregaron cláusulas muy peligrosas para el futuro.

Luego incluso de la unilateral y cruenta invasión a Panamá en 1989 que dispuso cobardemente el gobierno de George Bush (padre) bajo el nombre de “Causa Justa” montada sobre mentiras comunes a este tipo de acción, a fines de 1999, se levantaron las bases y los zonians, que intentaron rebelarse y permanecer en el paraíso panameño debieron abandonar el lugar, sus grandes casas de madera, todo. Ahora allí viven panameños.

Ni siquiera a los propios norteamericanos se le ocurrió que los zonians, porque llevaban tantos años viviendo en un territorio ocupado por sus tropas militares, tenían “derecho a la autodeterminación”.

Lo insólito de este documento que publicó el diario La Nación no es el documento en sí, ya que el grupo firmante colabora con los medios monopólicos locales y por lo tanto defiende el discurso único del poder hegemónico mundial en estos tiempos, aunque se consideran a sí mismos como independientes(no se sabe de qué).

Lo insólito es asistir al descenso a los infiernos de la traición, enredados en la vanidosa percepción que le da la impunidad de estar protegidos por los poderes fácticos.

Un descenso que no hubiéramos querido ver en algunos que en un tiempo aparecieron incluso como jóvenes esperanzas o referentes marxistas de muchos de los miles de jóvenes desaparecidos por la pasada dictadura.

Los mismos que hoy tampoco usarían eufemismo alguno para calificar al grupo de defensores del discurso burdo del envejecido colonialismo británico. Capaces de decir como David Cameron que la Argentina es en realidad “colonialista” por intentar recuperar un territorio propio situado en sus costas marítimas y a más de 14 mil Km del colonizador: el Reino Unido.

Beatriz Sarlo ha dicho "las Malvinas no puede ser una cuestión nacional sagrada”. Lo dice para justificar lo injustificable y como son tiempos donde el poder hegemónico estima que la soberanía es “un concepto a revisar” la ensayista no sólo pide que se considere a los isleños como "sujetos de derechos", sino que insta a "redefinir el nacionalismo territorial".

Desoladora confesión de partes, sobre todo de parte de Sarlo para quien una buena redefinición sería algo así como una Doctrina Monroe, ¿o acaso una Doctrina de Seguridad Nacional como la que impuso Estados Unidos en nuestros países en los aciagos años 70, redefiniendo nacionalismos territoriales?