Por Emilio Marin
Daniel Ortega Saavedra será
presidente por tercera vez por elección democrática, marcando una gran
diferencia con las dictaduras de la familia Somoza, de los Tachos y los
Tachitos siempre apadrinados por EE UU. El presidente norteamericano
Franklin D. Roosevelt dijo de Anastasio Somoza García: “puede que sea un hijo
de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Ahora corren otros vientos en el país
centroamericano. El cambio empezó en julio de 1979, cuando los sandinistas
derrotaron con una guerrilla popular al Somoza de turno. Daniel Ortega fue
coordinador de la
Junta Sandinista de gobierno y posteriormente ganó en las
urnas su primera presidencia (1985-1990).
Por el desgaste de una guerra de
agresión de Estados Unidos y los “contras” de Reagan-Bush, que afectó tanto a
la economía como a la sociedad nicaragüense, en 1990 los sandinistas fueron derrotados
por la UNO (Unión
Nacional de Oposición). Una dama de la oligarquía, Violeta Barrios de Chamorro,
se convirtió en presidenta de la mano de norteamericanos y obviamente de los
núcleos conservadores locales.
Desde entonces pasaron varios
gobiernos liberales y conservadores, con “doña Violeta”, Arnoldo Alemán y
Enrique Bolaños. En todos esos comicios Ortega fue derrotado, hasta que en los
de 2006 pudo poner otra vez al tope al Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN).
En esa ocasión su triunfo fue con el
38 por ciento de los votos. En cambio el domingo pasado ganó con el 63 por
ciento, según proclamó -tras el escrutinio oficial- Roberto Rivas, presidente
del Consejo Supremo Electoral. Algo bueno debe haber hecho el hombre en el
último quinquenio para casi duplicar su cosecha.
El sandinista le sacó 33 puntos de
ventaja al segundo, el casi octogenario empresario radial Fabio Gadea, que
compitió por una de las tantas fracciones de liberales-conservadores (Partido
Liberal Independiente aliado al Movimiento de Renovación Sandinista, escindido
del FSLN en 1994). El ex presidente Aleman llegó tercero, con el 8 por ciento
de los votos, jugando a favor del ganador, al dividir el espectro opositor.
Otros liberales, de la
Alianza Liberal Independiente y la Alianza por la República , tuvieron
pocos votos y también dispersaron a la oposición.
Ortega ganó por sus propios méritos
en estos últimos años. Pero incuestionablemente se vio favorecido por el brutal
fraccionamiento de la oposición oligárquica, que se astilló y quebró en cuatro
listas. Casi hasta el final del proceso, cuando ya se lanzaba la campaña
electoral propiamente dicha, esos pedazos sueltos del liberalismo se
destrozaban entre sí y ante la justicia electoral tratando de que ésta los
reconociera con exclusividad y penara a quienes disputaban ese sello. Que no
digan ahora que esa fue una obra del oficialismo, porque éste sumó fuerzas en la Alianza Unida ,
Nicaragua Triunfa. Aquellos sellaron su propia derrota; paradojalmente, ahora
aparecen juntos para objetar la victoria de Ortega y denunciar un supuesto
“fraude”.
Razones del Frente
Ya se dijo que en 1990 Barrios de Chamorro derrotó a Ortega en base al cansancio y desmoralización que campeaban en la población, luego de siete años de guerra de desgaste de los “contras” que operaban desde Honduras con logística, financiación y entrenamiento proporcionados porla Casa Blanca.
Ya se dijo que en 1990 Barrios de Chamorro derrotó a Ortega en base al cansancio y desmoralización que campeaban en la población, luego de siete años de guerra de desgaste de los “contras” que operaban desde Honduras con logística, financiación y entrenamiento proporcionados por
En los gobiernos liberales que se
sucedieron, el país estuvo mucho peor. Llegó a ocupar el triste segundo lugar
en el ranking latinoamericano de los más pobres, detrás de Haití. La
polarización entre ricos y pobres se hizo espantosa, así como la corrupción (el
ex presidente Aleman recibió una condena por ello).
Ya no atacaban los “contras” desde
aquellos campamentos limítrofes del norte, sino el neoliberalismo desde muy
adentro del poder en Managua. Atacaban desde el gobierno, la Asamblea Nacional ,
La Prensa ,
Nuevo Diario, Canal 2 y otra prensa monopólica; el Consejo de la Empresa Privada
(Cosep) y, especialmente, la embajada norteamericana. En ésta se creían que
volvían los años en que Roosevelt había llamado así a su perrito faldero
centroamericano.
Al ganar en 2006, Ortega dio comienzo
al “Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional” (GRUN) y dijo que atendería
la situación de los más humildes. Que él sería el “Presidente Pueblo”.
Retomando el programa brasileño
impulsado por Lula, en Nicaragüa se implementó el plan “Hambre Cero”, que
entregó alimentos, gallinas, cerdos, etc en la ciudad y sobre todo en zonas
rurales.
También se prestó mucha atención a la
construcción de viviendas populares, dentro del “Plan Techo”, proveyendo casas
de entre 40 y 50 metros
a las familias que más lo demandaban. Los interesados podían aportar su trabajo
de zanjeo y otras labores no especiales, para disminuir el costo de la obra. El
pago representa a los beneficiarios unos 30 dólares al mes, cuando un alquiler
en condiciones peores y lugares más reducidos no baja de 45.
Esos planes de viviendas (que otros
gobiernos latinoamericanos han postergado, con los resultados de tomas de
viviendas, tierras y parques, con muertos y heridos) también tienen opciones de
intervención entre el estado nacional, las municipalidades y organizaciones
sociales.
Hubo un avance notorio en educación y
salud, dos rubros donde los dieciséis años de neoliberalismo habían provocado
graves daños.
Así las cosas la extrema pobreza
disminuyó desde más del 47 por ciento de la población al 40, lo que da una idea
de la mejoría (y su impacto electoral) pero también de la montaña que todavía falta
escalar.
¿Cómo financió Ortega esos programas
sociales? Con ayuda venezolana; según “La Nación ”, Petrocaribe aportó 500 millones de
dólares anuales, sobre un presupuesto nacional de Nicaragua de 1.274 millones
de esa moneda.
Imperio con bronca
Las elecciones del domingo tuvieron un resultado claro para el Consejo Supremo Electoral, que proclamó ganador a Ortega el martes 8. Las misiones de observadores dela
OEA y la
Unión Europea reconocieron la limpieza del comicio y sólo
reportaron incidentes menores en algunos lugares de votación. Observadores de la Comisión Nacional
de Universidades dijeron que sólo hubo disturbios en Río San Juan, el distrito
3 de Managua y casos aislados en Matagalpa. El propio secretario general de la OEA , José Miguel Insulza,
declaró que el proceso había sido inobjetable.
Las elecciones del domingo tuvieron un resultado claro para el Consejo Supremo Electoral, que proclamó ganador a Ortega el martes 8. Las misiones de observadores de
Sin embargo el empresario Gadea y los
otros tres candidatos derrotados no han reconocido el resultado y están
haciendo lobby en EE UU para que la administración Obama se sume a la
impugnación. Ahora, después de la derrota, exhuman que Ortega no habría podido
ser reelecto (lo fue por la sentencia No 504-2009 que declaró inaplicable el
art. 147 de la
Constitución que prohibía la reelección continua).
La representante republicana por La Florida , Ileana
Ros-Lehtinen, furiosa enemiga de Cuba, también lo es de la Nicaragüa sandinista, se
ha sumado a esa campaña de la oposición vapuleada en las urnas.
Si la cosa terminara allí no sería problema.
Pero el mismo Departamento de Estado no se ha pronunciado sobre el escrutinio
en Managua. Su vocero dijo que estaban estudiando las denuncias de “graves
irregularidades”, una manera de amplificar el ruido de los cuatro partidos
derrotados.
En cambio ese Departamento no tuvo
inconvenientes en saludar ese mismo domingo al ganador de los comicios en
Guatemala. Claro en este caso se trataba de un general retirado, de
ultraderecha, con denuncias por represor en los años de la guerra sucia. Otto
Pérez Molina obtuvo la bendición de los voceros de Obama, encantados con que
Guatemala volviera al regazo de la derecha, tras el turno socialdemócrata de
Alvaro Colom.
Hugo Chávez y Raúl Castro extendieron
rápidamente sus plácemes a su amigo Daniel, con la idea de fortalecer el ALBA,
calificado por el vencedor como “un verdadero milagro para Nicaragüa”.
En cambio, Washington seguía
embroncada. Hace dos meses que en Managua está vacante la embajada “gringa” y
no se sabe si Obama retirará la propuesta de Jonathan Farrar para el cargo.
Tampoco les gustó que el Consejo
Supremo Electoral les negara autorización para que el personal de su embajada
en Managua pudiera desempeñarse como “observadores electorales”.
EEUU ha incumplido la promesa hecha
por el director de la Oficina
de Asuntos Centroamericanos del Departamento de Estado, Gonzalo Gallegos,
cuando en la semana previa al comicio fue a Nicaragüa y dijo: “Elecciones
libres y transparentes, lo demás es cosa de los nicaragüenses”. Las hubo,
fueron limpias, pero el imperio sigue buscando cómo desconocerlas. No se
convence de que allí no tiene más su “son of a bitch”.