La vida te da sorpresas...

A raíz del discurso de Obama en la ONU. Apuntes sobre una nueva realidad. Para carburar hasta el final.


Por Gabriel Fernández

Director La Señal Medios


A ver: puede que la vanagloria, la soberbia y la apología del delito resulten argumentos injustos e indignantes en cualquier circunstancia. Sin embargo, cuando se los lanza en situación de poder y muy especialmente con un panorama de desarrollo ascendente, suenan fatales, es decir lógicos. Al surgir los justificados cuestionamientos, el habla popular susurra al oído del crítico: tiene razón, pero marche preso. Ahora bien, si semejantes conceptos son expuestos desde un sitial en crisis, asentado en dificultades estructurales sin solución a la vista y con un poder en baja, suenan patéticos. Las voces anónimas dejan de susurrar y empiezan a sonreír: dime de qué alardeas y te diré de que rengueas.


En una secuencia de aquella hermosa película "Un mundo perfecto" elaborada por Clint Eastwood, el protagonista instruye a su alocado y violento socio acerca de la necesidad de mantener la serenidad en momentos difíciles. Este último confunde las cosas y le dice, altaneramente, que el plan que deben llevar adelante "es un hecho". El hombre adulto se da vuelta y le aclara el planteo: lo que dijo fue una recomendación, lo que dice ahora es una amenaza ("te voy a golpear") y lo que sigue es un hecho; a continuación le estampa una estupenda piña en el medio del rostro. Para transparentar aún más la diferencia entre sugerencia, amenaza y hecho, luego de unos segundos vuelve a golpearlo con energía inusitada. Y precisa: "Eso es un hecho".


Las palabras recientemente vertidas por el presidente estadounidense Barack Obama ante la Asamblea de las Naciones Unidas configuran una pieza que combina el oprobio que siempre implica un postulado soez, invasivo y avasallador, con el ridículo de quien ni siquiera puede revertir puertas adentro el hondo y quizás definitivo proceso de desindustrialización y vaciamiento que ha dejado al Estado nacional de los Estados Unidos en manos de narcotraficantes, vendedores de armas y financistas. Aunque su oratoria no se diferencie grandemente de las vilezas postuladas por varios de sus predecesores, contiene el triste gesto de quien grita a voz en cuello órdenes que no disciplinan porque el emisor carece de la incidencia necesaria para hacerlas cumplir.


Buscando un pecho fraterno


Vamos a repasar juntos este discurso histórico, lector. El premio Nobel de la Paz se centró en la guerra y en el reconocimiento de que “la paz es difícil”. Evocó los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y reivindicó el asesinato de Osama Bin Laden. Festejó la caída del “tirano de más larga data”, Muammar Khadafi, cuyo gobierno dio por "terminado", gracias a la intervención militar de la OTAN en Libia, y realzó las “transformaciones” en los países petroleros de Oriente Medio. También, rechazó el reconocimiento de Palestina como Estado independiente sin un acuerdo con Israel y, luego del repaso de su política internacional, se despidió sin hablar de la crisis económica que sacude a su país y que provoca graves secuelas en el resto del centro mundial.

Durante su discurso, el mandatario amenazó a Irán y Corea del Norte con "mayor presión y aislamiento" si continúan sus programas nucleares. Argumentó que esa "amenaza" continúa y llamó a "hacer rendir cuentas a los países que desobedecen" los tratados internacionales contra la proliferación de armamento que utilice esa energía. En este sentido apuntó contra "el Gobierno iraní, que no puede demostrar que su programa es pacífico, no ha cumplido sus obligaciones y ha rechazado las ofertas que le proveerían con energía nuclear pacífica".

Por otra parte, al referirse a Palestina, Obama reconoció que hace un año atrás se había “pronunciado a favor de un Estado independiente”, pero aclaró que “una paz genuina sólo se puede concretar con los israelíes” y “no mediante el atajo” de una declaración de la ONU. En este sentido, llamó a ambos gobiernos a “resolver sus diferencias” con negociaciones porque “la paz es fruto de compromisos entre los pueblos”.

“Seamos realistas, Israel está rodeada de vecinos que han librado reiteradas guerras contra ellos”, confundió el mandatario, que defendió a la nación judía considerándola como “un pequeño país” que “arrastra el peso de siglos de persecución y seis millones de personas asesinadas (en el holocausto) que merecen reconocimiento”.

“Esta es la verdad: cada una de las partes tiene aspiraciones legítimas. Y el estancamiento sólo se podrá superar cuando cada parte pueda ver el mundo desde la perspectiva del otro”, sentenció.

Por otra parte, anunció que a fines de año las operaciones militantes en Irak terminarán y aseguró que a partir de allí tendrá “una relación normal” con ese país que es su “socio”. Además, advirtió que "ya no hay excusa para la falta de acción" internacional en Siria, e insistió en que "ha llegado el momento para que el Consejo de Seguridad de la ONU sancione al régimen (de Bashir al Asaad), y de apoyar al pueblo" de ese país.

También convocó a la comunidad internacional a ayudar a "la nueva Libia" tras la caída de Khadafi. "Todos nosotros tenemos ahora la responsabilidad de apoyar al nuevo gobierno libio que se enfrenta al reto de convertir este prometedor momento en una paz justa y duradera para todos los libios", concluyó.


Mientras que hablando macanas, pasa un tipo encurdelao


Es razonable que al observar las interesantísimas piezas políticas expresadas por las representantes de Brasil y la Argentina, los medios que se posicionan como seguidores naturales de los postulados del Departamento de Estado, hayan devaluado los espacios destinados al análisis de fondo y priorizado "informativamente" el estilo de calzado de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ya lo habían hecho tiempo atrás: frente al monumental surgimiento del Unasur, la prensa seria, independiente y todas esas cosas, hasta pura inclusive, destacó la panza y la valija de Antonini Wilson como factores claves de la vida internacional.


Pero la realidad es tan tozuda que parece una de sus partes: el agua. Y siempre pasa (¿recuerdan?).


Pocas semanas atrás la humanidad recordó, aunque una parte descubrió, que Francia posee 60 plantas nucleares. A raíz de un accidente, dicho sea de paso. Lo cual llevó a revisar archivos publicos de la Asociación Internacional de Energía Atómica, en los cuales se indica sin emoción que los Estados Unidos tienen más de 80 en su territorio. Es simple: el Norte prohíbe a la Argentina, Brasil, India, Irán, China, entre otros, el desarrollo de una tecnología común. El problema es grave: pretende prohibir ese desarrollo, pero no lo consigue porque las naciones mencionadas, simplemente, siguen su curso según sus necesidades energéticas.

En el mismo sendero luminoso argumental, Obama buscó indicar que para el planeta es imprescindible intervenir en Libia, Irán y Siria porque la situación de esos tres pueblos es inadmisible. No dijo Portugal, Grecia, no. No dijo Sudán o Etiopía, no. El futuro del género humano, la democracia, la libertad, la justicia y todo lo que se quiera poner como concepto de afirmación positiva, recala sobre la urgente, compulsiva, drástica intervención en contra de los gobiernos electos a través sufragio en esos tres países que han pasado a ser la divisoria de aguas de la bondad y la maldad en el globo terráqueo.

Si la fundamentación es débil, la recepción también lo es. Mientras los aliados de siempre en un Norte desvencijado aprueban, el resto del famoso concierto de las naciones, elabora su narración. Y de los discursos que manan del Grupo de los 77, especialmente el de la Argentina, surgen consideraciones sobre la crisis financiera, los recursos naturales, los intereses geoestratégicos y los ajustes económicos inviables -paradoja de paradojas, apunte casero- que rascan donde pica y evidencian sin demasiado disimulo el epicentro de los intereses que conducen a las aventuras bélicas tan desesperadas como criminales.


Como dos extraños


Más nítido: los llamados países emergentes ni siquiera se han puesto a debatir si aceptar o rechazar los dislates de Obama, en tanto vocero del poder mundial en dificultades, sino que se han resuelto a barajar y dar de nuevo en la interna de la Organización para las Naciones Unidas, sincerando el creciente poderío económico del otrora subyugado Tercer Mundo con el objetivo de marchar hacia una vertebración más equilibrada. Un orden en el cual las regiones posean voz y voto efectivo según sus posibilidades reales y no en base a viejos paradigmas que no tienen musculatura productiva para sostenerse.

Por estas horas la realidad ha llegado a la ONU. Una nueva situación que no implica la desaparición de las empresas multinacionales ni de los Estados que dominaron el globo hasta el presente, sino que denota el desarrollo intenso de otras zonas en detrimento de ese centro unipolar que fatigó por décadas a los ñatos de todos los lugares con la vanagloria, la soberbia y la apología del delito.


Ya nada será igual. La década que se inicia verá un progresivo proceso de nivelación planetario que forzará la toma conjunta de decisiones y limitará la hegemonía de un hemisferio sobre otro. Quien piense que los grandes dilemas humanos se resolverán, probablemente se desilusione. Pero quien pretenda sostener el esquema de poder conocido, simplemente quedará como un tonto que añora un pasado oscuro.


En ese marco, el desarrollo del Unasur es determinante. Para nosotros, aunque también para el equilibrio general de los variados bloques en construcción. Concurrir a este nuevo horizonte con paisitos aislados, aferrados a antiguos centros que absorben energía y la transforman en agujeros negros, puede constituir un disparate superior al reciente discurso del presidente norteamericano. Sería ofrecerse al saqueo sin resistencia, y sin ninguna compensación siquiera parcial al alcance de la mano.

Como dato de color.

Mientras se realizaba la Asamblea de la ONU, el Fondo Monetario Internacional, pese a verse obligado a admitir el crecimiento de las naciones que buscaron su despliegue productivo en base al consumo masivo y la inversión pública, insistió con la gracia que lo caracteriza, en sugerir planes de austeridad para todos. Los gobiernos del Norte lo escucharon con suma atención. Los demás, dijeron "pero si, ¡claro!" -como a los locos, volviendo al habla popular- y ratificaron todas y cada una de las políticas que les permitieron salir de encrucijadas dramáticas. Y asi fue, con la sencillez que caracteriza a los hechos irreversibles, que la entidad que monitoreó la economía planetaria por décadas, quedó en el lugar de un comentarista económico que opina sobre el decurso de los acontecimientos.


... sorpresas te da la vida


En tanto, los espacios comunicacionales líderes hasta ahora en la Argentina (Clarín, La Nación, y en menor medida Perfil) no modificaron sus lineamientos editoriales. Todo bien, dirían los pibes; el problema es de ellos. Siguen mirando un mundo que se desvanece ante sus ojos. Una verdadera legión de engreídos articulistas, editorialistas y analistas políticos prefieren estudiar detalladamente el vacío antes que admitir algo muy doloroso. Algo desgarrador, en verdad.


¿Qué será?


Básicamente, que la ninguneada, bastardeada, humillada y menoscabada Tercera Posición poseía más fundamentos que todas sus teorías juntas.

Estaban preparados para la continuidad del liberalismo. Estaban en guardia para combatir una revolución que los transformaría en víctimas.


Pero no estaban listos para esto.


No toleran que aquel chamuyo propio de unidades básicas, con sus dosis de inversión privada, intervención estatal, economía mixta, toda esa maraña inaprehensible que no se puede estudiar en las universidades porque ¿cómo sistematizarla?, toda esa charla improvisada de un líder pícaro y arcaico, todo ese populismo de pueblos atrasados, se constituyera en el lineamiento político seguido por regiones enteras y condicionara el funcionamiento de un mundo que venía tan ordenadito, tan cerrado, tan blanco, tan como la gente.


Bueno lector, ya lo sabemos: las cosas podrían andar mejor.


Pero, después de todo, no está tan mal. ¿No?